El Laberinto Interior

El tránsito hacia la masculinidad madura no es un camino lineal ni exento de obstáculos. Para muchos varones, este desarrollo se asemeja al clásico «viaje del héroe», una travesía marcada por desafíos internos y presiones externas que moldean su identidad psicológica. Comprender este periplo, desde los arquetipos míticos hasta las observaciones de la sociología y la psicología contemporánea, revela los principales problemas que enfrentan los hombres y subraya la importancia crucial de los ritos de paso y la presencia de figuras masculinas positivas en su entorno.

El viaje comienza con una «invocación»: la internalización de los mandatos culturales sobre la masculinidad. Estos mandatos, a menudo implícitos, glorifican la fortaleza, la independencia estoica y la supresión emocional. Sin embargo, al igual que el héroe reticente a abandonar su mundo conocido, muchos jóvenes varones resisten inconscientemente la completa adopción de esta armadura, sintiendo la tensión entre la expectativa social y su propia necesidad de conexión y vulnerabilidad.

La mitología nórdica nos ofrece un ejemplo en la figura de Thor, cuya fuerza bruta a menudo eclipsaba su capacidad para la reflexión y la empatía. Esta desconexión entre la fuerza física y la inteligencia emocional resuena en la experiencia de muchos varones, donde la presión por «ser fuerte» puede llevar a la negación de sus propias emociones y a la dificultad para establecer relaciones auténticas. Desde la psicología, esta represión emocional se ha vinculado con mayores niveles de estrés, ansiedad y comportamientos de riesgo (Brod, 1987).

A lo largo del desarrollo, los varones se enfrentan a diversas «pruebas» que ponen a prueba su concepción de la masculinidad. La necesidad de probar constantemente su valía a través del éxito profesional, la validación sexual o la demostración de poder se convierte en un campo minado donde la autenticidad puede sacrificarse en el altar de las expectativas ajenas. No es perceptible o visible, pero es ahí donde los «guardianes del umbral» se miran com las normas sociales rígidas y los estereotipos de género que castigan cualquier desviación del modelo hegemónico de masculinidad.

La sociología de género ha documentado cómo las estrictas normas de masculinidad tradicional limitan la expresión emocional masculina y fomentan una competencia interpersonal dañina entre los hombres (Kimmel, 1994). Esta constante necesidad de ‘probar su hombría’ puede generar inseguridad, aislamiento y una desconexión profunda con sus propias necesidades emocionales. Sin embargo, así como en los relatos épicos el héroe encuentra aliados cruciales en su viaje, el varón en desarrollo también necesita figuras que lo guíen hacia una masculinidad más sana. Para él, estos aliados son los hombres maduros y emocionalmente inteligentes presentes en su familia y comunidad. Al igual que Odiseo fue guiado por Atenea, los padres, tíos, hermanos mayores o mentores pueden ofrecer valiosos modelos de masculinidad basada en la responsabilidad afectiva, la comunicación empática y el respeto por la vulnerabilidad, contrarrestando así los efectos nocivos de las normas de género restrictivas.

Los llamados ‘ritos de paso’, donde los hombres viejos y sabios se reunían para acompañar a los varones más jóvenes en sus transiciones hacia la adultez masculina, han actuado históricamente como estructuras sociales vitales. Estos rituales, presentes en diversas culturas ancestrales, ofrecían un marco claro para la internalización de los roles masculinos, la transmisión de conocimientos y valores, y el reconocimiento comunitario de la nueva identidad adulta. Implicaban pruebas de resistencia, instrucción sobre responsabilidades y la integración del joven a la comunidad de hombres. La antropología ha demostrado cómo estos ritos no solo marcaban una transición social, sino que también proporcionaban un sentido de pertenencia, propósito y una comprensión clara de las expectativas de género (Van Gennep, 1960). En la actualidad, la ausencia de ritos de paso claros y significativos ha dejado un vacío que a menudo se llena con presiones individualizadas y desprovistas de guía comunitaria, contribuyendo a la confusión identitaria y a la búsqueda de validación en comportamientos de riesgo. Por eso, la comunicación, la jerarquía, el orden y la interacción consciente y responsable familiar de hombres con hombres y hombres con mujeres juegan un rol esencial en este proceso. Un entorno donde se fomenta la expresión emocional abierta y donde los hombres adultos modelan la vulnerabilidad y la búsqueda de ayuda puede contrarrestar los efectos nocivos de la socialización tradicional de género (Tannen, 1990). La ausencia de estas figuras o la presencia de modelos masculinos disfuncionales pueden dificultar significativamente el desarrollo psicosocial del joven varón.

En conclusión, el desarrollo saludable de los varones hacia la madurez es un viaje lleno de desafíos, aliados, procesos y acompañamiento, que requiere una navegación consciente y responsable de lo que cada hombre ha construido y co-construido en su vida y en la vida de otros.

Referencias:

  • Brod, H. (1987). The case for men’s studies. American Behavioral Scientist, 30(3), 239-256.
  • Jung, C. G. (1934). The archetypes and the collective unconscious. Princeton University Press.
  • Kimmel, M. S. (1994). Masculinity as homophobia: Fear, shame, and silence in the construction of gender identity. In H. Brod & M. Kaufman (Eds.), Theorizing masculinities (pp. 119-141). Sage Publications.   
  • Tannen, D. (1990). You just don’t understand: Women and men in conversation. Ballantine Books.
  • Van Gennep, A. (1960). The rites of passage. University of Chicago Press. (Original work published 1909)